El lobo

*Si no pueden leer ahora pueden escucharme leer la publicación aquí*


He decidido que no solo les escribiré en inglés porque tengo historias en español que quiero contarles y porque el español también es un hermoso idioma que me gusta explorar. Aquí les dejo una historia que escribí para una de mis clases en la universidad. Esta fue una clase difícil para mí porque me obligó a compartir lo que escribía, algo que me daba muchísima inseguridad. Pero me ayudó a profundizar en mi escritura y a abrirme a críticas, las cuales son muy necesarias para el crecimiento. ¡Espero que les guste, déjenme saber en los comentarios lo que pensaron y compartanlo con el mundo, se los agradecería mucho!


            Esta era una noche de esas en la que solo las estrellas eran visibles y yo me encontraba acostada en el techo viendo las pequeñas luces y contemplando la vida en esta casa llena de caos. Este siempre había sido mi lugar favorito para pensar, para estar sola, pero usualmente se me hacía imposible llegar hasta aquí. Siempre había alguien bloqueando el paso y obligándome a volver a mi habitación. Hoy más que nunca necesitaba estar sola. Después de un día sentada con personas gritando o hablando de cosas que nadie entendía, lo único que quería era desaparecer. El caos hoy se había multiplicado, tres peleas era suficiente para volver a cualquier persona loca. Sin embargo, gracias a la última pelea es que me encontraba en el techo en este momento. Mientras todos se enfocaban en las patadas que Carola tiraba y los insultos que Rocío escupía, yo me escabullí y sigilosamente llegué al techo. Espero que sigan ocupados, pensé al sentarme. Ya mismo saldría mi esposo a buscarme. Él siempre estaba pendiente a lo que yo hacía, diciéndome qué hacer, qué tomar, cuándo dormir, y francamente me hartaba. No entendía por qué no solo me dejaba vivir. No es como si estaba loca.

            En unos minutos entro, pensé y me moví para sentarme en el borde del techo. Observé el patio que estaba bordeado por una pared de cemento que estaba coronada con espinas. Nadie sobrevivía las espinas. Recordaba cómo era mi vida al otro lado de la pared con melancolía. Había libertad en ese lado, no mucha, pero al menos no me decían cuando ir a dormir. En realidad, cualquier cosa era mejor que esta cárcel.

            De momento, percibí un movimiento en el patio y me agaché. Podía ser uno de los chotas que caminan por el terreno asegurándose que todos estuviéramos encerrados. Si me llegaran a ver, mi esposo aparecería al instante y mi escasa libertad desaparecería por un largo tiempo. Me mantuve inmóvil por un rato tratando de escuchar algo, pero el silencio era absoluto. Asomé mi cabeza al borde del techo para ver si había alguien, pero no, no había ninguna persona que pudiera delatarme. Sin embargo, había un lobo gigante en el medio del patio. Nunca había visto un lobo así de grande… bueno, nunca había visto un lobo para ser sincera. Me acomodé mejor en el borde para tratar de apreciar al animal. ¿Qué haría un lobo en el medio de un patio inaccesible? ¿Por qué era tan magnifico? Bueno, no lo veía bien, pero era fácil reconocer su poder. Consideré bajar, pero tenía miedo de que una vez entrara a la casa no pudiera salir nunca más. El lobo se movió más cerca a la casa y mi corazón aceleró al ver el movimiento. El temor y la felicidad competían en mi cuerpo y no sabía cómo reaccionar. ¿Debía huir o correr hacia el lobo?

            Casi no parpadeaba mirando fijamente al lobo. Me tenía en un trance y quería confirmar si era igual de hermoso a como me lo imaginaba. Si solo la luna se hubiese dignado a iluminar esta noche. De repente sus ojos amarillos miraron hacia arriba, era como si brillaran con luz propia. Era imposible que supiera que yo estaba aquí, ¿verdad? La brisa soplaba y lo vi olfatear mientras se acercaba. Estaba justo debajo de mí y me miraba fijamente, como si viera mi alma. ¿Sabrá lo mucho que odio mi vida? ¿Sabrá cuanto detesto la rutina que me imponen en este lugar? ¿Sabrá sobre el frío que me da en las noches y los gritos que se escuchan constantemente? Movió su cabeza para el lado como si escuchara algo y sentí mi corazón latir más fuerte todavía. Me paré en el borde del techo y me percaté de que si daba un paso hacia adelante podría verlo mejor. Moví el pie derecho un poco y…

    ― ¿Rosa? ―, escuché de momento, asustandome y rompiendo el hechizo que tenía el lobo sobre mí. Por poco me caía, pero sentí unos brazos alrededor mío. ― ¿Qué haces aquí afuera? ¿Cómo saliste? ―. Se escuchó una voz con tono desesperado.

            Era mi esposo quien me había interrumpido, como siempre hacía. ¿No podía tener ni un minuto de paz? Puse mi fachada y le sonreí. Parece que no fue muy convincente mi sonrisa porque cuando lo miré, vi algo en sus ojos. Estaba vestido en su bata blanca y detrás de él había dos hombres más. ¡Qué fastidio! Lo había preocupado demasiado y ahora me encerraría otra vez. Me paré más derecha y sentí sus manos moverse a mis hombros como un amante preocupado.

    ―No podía dormir, perdón―, dije con una voz que hasta yo reconocía como falsa. Él se quedó serio y me comenzó a guiar hacia adentro. Lo hizo de manera suave y tierna, pero yo no quería entrar. Una vez adentro todo estaría perdido, además, ¿qué del lobo? Forcejee un poco y sus brazos volvieron a rodearme. Usualmente, me sentía segura entre sus brazos, pero hoy todo cambiaba. Sabía que en cualquier segundo sentiría el pinchazo que indicaba el fin de la pelea. No podía dejarlo ganar, el lobo me necesitaba.

    ―Vamos a adentro―, me dijo con un tono suave mientras sus brazos seguían como alambre alrededor mío. Su mirada y tono me daban seguridad, pero sus acciones me privaban de la libertad. No quería volver a la rutina, no quería que me dijeran qué hacer, pero no veía escapatoria. Mis pies seguían firmes en el techo, pero en cualquier momento él se cansaría y mi pelea sería en vano.

    ―Vamos, Rosa, es hora de entrar ―, me repitió, pero esta vez los dos hombres que lo acompañaban se acercaron un poco más. Mis ojos siguieron el movimiento con temor. Ellos eran los que me vencerían. Mis pies se movieron hacia mi esposo como si mi cuerpo le pidiera protección. Sentí su alivio ante mi cooperación y sus brazos ya no se sentían tanto como alambre.

            Me enfoqué tanto en mi esposo que por un segundo me olvidé de que no estábamos solos en el techo. Solo un segundo de descuido fue suficiente para perder la guerra. Sentí un pinchazo en mi brazo y mis ojos se abrieron con horror. Todo estaba perdido en realidad. Comencé a sentirme débil y solo los brazos alrededor mío me mantenían derecha. Sentí un movimiento y noté que me estaban cargando, cada paso me alejaba más de la libertad. Un leve gemido se escapó de mis labios y señalé hacia el techo. Dejé de sentir el frío de la noche y lo último que escuché antes de perder la conciencia fue el doloroso aullido de un lobo.

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